miércoles, 18 de julio de 2018
lunes, 9 de julio de 2018
ME AMO Y TE AMO
PARA PODER AMAR HAY QUE AMARSE, Y NO SE PUEDE AMAR LO QUE NO SE CONOCE
Habían dos hermanos que por azares del destino habían perdido su relación. Un día, uno de ellos... David, habló de esto con un maestro iluminado, y he aquí lo que le dijo:
- “No insistas en acercarte... Si no hay un vínculo; ¿para qué inventarlo?”
En cierto sentido, la idea del maestro lo alivió. El maestro estaba iluminando algo que él sentía pero que no podía poner en palabras.
Igual, casi sin pensarlo, David contestó:
- “Pero es mi hermano…”
- “Sí, en términos biológicos”, dijo el maestro pareciendo sarcástico, pero sin serlo.
“Ser hermano, es algo mucho más grande que compartir el ADN. Así como también lo es ser padre o madre. Generalmente, se llama padres a personas que son sólo progenitores. Nos han dado la vida, pero por sus propias limitaciones emocionales y afectivas no han sido capaces de ser padres. No nos han podido MIRAR”, completó.
- “¿Y para qué necesitamos que nos miren?”, preguntó David entre curioso y escéptico.“
- ¿Cómo podrías amar a alguien al que no sos capaz de ver?”, repreguntó el maestro.
Y mientras su discípulo reflexionaba, continuó:
- “Mirar a alguien es el prerrequisito para amarlo. No es posible amar a alguien al que no se conoce tal cual es. Por lo general, la gente mira a los demás desde sus propias carencias, sus propias necesidades y esa penosa circunstancia impide registrarlo tal cual es. No lo ven al otro como realmente es, ni siquiera se preguntan cuáles son sus deseos, sus características, por eso pretenden cambiarlo y acomodarlo a sus necesidades.”
David intentaba razonar aquellas palabras que su corazón recibía con una mezcla de tristeza y alivio.
- “Que te miren tal cual sos te habilita a que sepas quién sos y qué es lo que querés. Es una experiencia fundacional, porque toca tu ser esencial. Necesitamos percibir el amor de otro para poder destrabar y madurar el propio amor”, prosiguió el maestro. Por lo general, el no haberlo vivido lleva a que la gente vaya devorando situaciones. En lo afectivo nada los llena. Tienen un agujero negro que va a continuar salvo que sean capaces de reenfocarse, de mirar su vida desde otra perspectiva. Y bajo esta realidad, no hay vínculo posible. Sólo hay tironeos permanentes que de vez en cuando merman un poco, para luego continuar. Habitualmente, las personas no son capaces de ver al otro. No pueden percibir la realidad del prójimo, sea este un hijo, una pareja, un hermano, un amigo.”
David le dijo: “Pero Carlos es mi hermano…”
El maestro, con ternura, contestó: “Te da miedo sentir que no lo querés. Tenés que soltar tu idea de hermano, para ser capaz de relacionarte con él. Él es eso, Carlos, no un hermano. El tema es que vos querés inventar un vínculo que no existe. Que te enojés con él demuestra que todavía esperás algo de su parte. Recién cuando no esperes nada del otro, podrás crecer. Antes, sólo estarás negociando”.
- “¿Negociando qué cosa?”, preguntó David con cierto enojo. “Afecto, cariño, mirada, calor”, contestó con una enorme paz el maestro. Éstos... son sucedáneos del amor, pero en el fondo no tienen nada que ver con él.”
David se quedó pensativo, sintiéndose tocado por las agudas intervenciones del maestro.
- “Tenés que aprender a registrar tus sentimientos negativos. No reprimirlos porque son feos o incorrectos. Brotan como consecuencia del pobre vínculo de ustedes. Y cuanto más forzás la situación para obligarte a tener una buena relación, más se revela tu ser. Dejalo estar. Aceptá el vínculo como es, sin exigirle que sea lo que no es”, propuso el maestro.
David estaba confundido. La situación era clara y dolorosa. Al preguntarse qué era lo que le dolía, se dio cuenta que el problema no era el vínculo en sí, sino lo que él esperaba de esa relación. Él pretendía que fueran hermanos, y en realidad ellos sólo lo eran desde el punto de vista genético. Mandar a pérdida la ilusión de una hermandad era doloroso. Pero también liberador; no tendría que seguir haciendo esfuerzos para sostener algo que no existía.
- “Vos no le exijas a él que cambie, así como Carlos tampoco puede exigírtelo a vos".
"Al revés de lo que nos quieren hacer creer, egoísmo no es ser uno mismo, sino pretender que el otro sea como uno quiere."
Cada uno puede hacer de su vida lo que quiere, sin perjudicar al otro, ni tampoco, exigirle que cambie, hecho que frecuentemente ocurre. Lo más triste es que si bien siempre se esgrimen razones supuestamente altruistas, -que el otro cambie para su “bien”-, la cruda realidad es que queremos que lo haga por nuestro propio bienestar. ¿Y puede nacer algo fecundo de semejante manipulación? El hecho que sea sutil, no la torna menos dañina”, dijo el maestro con una sonrisa pacífica.
“Ni vos ni Carlos son monstruos; simplemente tienen registros emocionales distintos. Y así no es posible dialogar, ni mucho menos, encontrarse. El riesgo de seguir forzando ese encuentro por la idea de que una relación de parentesco es sinónimo de vínculo, suele llevar a venganzas afectivas”, amplió el maestro.“¿Y de qué querría vengarme?”, cuestionó David. De que no te registraron, no te amaron. Nada menos. Y entonces, lo que suele suceder, es que inconscientemente uno se venga negándose a perdonar esa actitud, ese desamor. Y la relación queda aún más empantanada.”
David escuchaba como si lo hubieran descubierto.
“La solución a ésto es, en primer lugar, darse cuenta. Enterarse. Luego, aprender a sentirse malo. Como conscientemente no nos permitimos ser malos, negamos nuestra actitud, nuestra venganza, y todo se hace más difícil. Pero si podemos ponerlo en la superficie, ver nuestra conducta, comprender nuestra historia y aceptarla con una mirada benevolente, empezamos a sanar,” dijo el maestro.
Después de permanecer un largo rato en silencio, David se paró lentamente, le agradeció y se fue.
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